Élla, mi abuela, pequeña, como flor de un narciso, blanca, tenue, de enormes ojos verdes. Honesta, fiel, comprometida en su causa suicida, muriendo y callando, dejándose llevar por la determinación. Suave como Platero, tan trágica como el.
Élla, mi madre, la de poderosos ojos verdes, la más ilustrada e inteligente. De belleza fatal, su belleza fue su final. Víctima corrupta de su destino.
Élla, mi hija , la mayor, de suaves medidas, lánguida y esbelta, elegante, discreta , bellísima, con ojos esmeralda y corazón ancho, temperamental y muy inteligente, de escasas proporciones físicas y curvas deseadas.
Élla, mi segunda hija, la pequeña, curva toda, inmensa, hermosa, ojos rasgados , avellanas, de pelo mezclado entre el rubio y el castaño, dueña, dueña de sí y poderosa de carácter, potente, armoniosa.
Yo, madre e hija, mezcla de todo, hiriente ser de nada, a mitad de camino entre lo glorioso y lo sublime, de ojos miel y sonrisa esclava, lánguida, voluptuosa , luchadora, decidida y vulnerable. Todo me pesa.
Ël, mi hijo, único en la estirpe, mestizo , lánguido, de bellísimas piernas que de familia le vienen, duro y sensible, filósofo y estratega. Heredero de las profecías de mi padre; " tendrás el don de la palabra ", ingenioso y con un sentido completo del humor.
Toda la serie de generaciones. ¡ Dios nos bendiga !.
viernes, 19 de abril de 2013
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