Ya anochecido vi un hombre que arratraba las piernas, arrastraba años y el cansancio en sus ojos. Portaba tres pesadas bolsas de un supermercado de precios bajos. La gente pasaba a su lado, y pasamos como si no viéramos a nadie, como si nadie hubiera. Vemos a los conocidos y a los que nos interesan. Los pobres y los viejos, interesan a pocos, a muy pocos.
Pero ese día, también vi como una mujer que arrastraba penas se paró junto al anciano, con breves palabras le tomó la mayor parte de las bolsas y siguió junto a él un camino coincidente. Al cabo de un tiempo élla lo ayudó a descansar en un banco , soltó las bolsas, le deseó suerte y prosiguió sóla su propio camino.
Son historias del día a día
jueves, 4 de noviembre de 2010
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